El chullachaqui es una de las leyendas más populares de la Selva peruana, refiere a un
personaje que adopta la forma o figura de una persona conocida del pueblo para
engañar a sus víctimas y hacerlos perder en la espesura de su vegetación.
Lo llaman
Chullachaqui y es considerado el duende o guardián del
bosque; infunde respeto y temor a propios y extraños. Generalmente se presenta
a quienes caminan solitariamente por las trochas. Según la tradición popular, algunas veces se
presenta de manera amistosa y otorgando regalos de la Selva, siempre y cuando
éste no diga el origen de su buena suerte; otras veces se presenta agresivo.
Algunos le atribuyen un espíritu infantil, porque secuestra niños para jugar
con ellos, sin hacerles daño; otros en cambio dicen que los rapta, los destroza
y se los come. Los que han tenido
una experiencia personal con el Chullachaqui, dicen que se les presentó cuando
realizaban alguna labor propia del lugar, en una figura familiar que les hace
señas para seguirlo; después de un buen tiempo se dan con la sorpresa de que ha
desaparecido y los ha llevado a un lugar enmarañado del bosque.
Algunos dicen haber escuchado descargar su furia por las
personas extrañas en su territorio, dando golpes a los árboles con objetos
contundentes como un palo, machete o hacha.
Otros aseguran escuchar sonidos como de niños llorando, música de flauta o animales caminando; todos atribuidos
al Chullachaqui, experto en tocar flauta e imitar el sonido de los animales.
Algunos personas de edad avanzada cuentan que antaño, el Chullachaqui ha
conversado con ellos, y los ha exhortado a no depredar los recursos de la
Selva, es decir, que no cazen a los animales, ni talen a los árboles. De allí
su apelativo de “Guardián del bosque”.
Según esta
leyenda de Iquitos, un muchacho fue con sus padres para la selva para recoger
leña. Los padres dejaron el niño solo por un momento para recoger algo de leña
y él jugaba en un espacio abierto cuando él vio qué apareció ser otro niño de
la misma edad en un árbol distante. El niño en el árbol le llamó por señas para
venir, pero el niño no salió del espacio abierto, prestando atención a la
advertencia de sus padres que no deambular por fuera en el bosque. Cuando los
padres del niño regresaron, el niño contó a sus padres sobre el niño en el
árbol. Los padres supieron que nadie vivió en el área y fue en busca del niño
en el árbol, sino no encontró ninguna cosa, justamente las huellas extrañas que
pareció haber estado hecha por un enano con un pie deformado.
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